miércoles, 3 de noviembre de 2010

Una nueva visión del hombre: Grecia






En la imagen contemplamos una escultura de bulto redondo, en posición erguida. Esculpida en bronce, material cuyo dominio técnico facilitó en la Grecia del siglo V a. C. Modelar formas con gran flexibilidad.

Es un desnudo masculino y el tema nos centra en el ANTROPOCENTRISMO de la cultura griega; que, a diferencia del predominio que hay de los animales en la Prehistoria, y de un hombre empequeñecido en las primeras civilizaciones urbanas- colosalismo egipcio y persa-, en Grecia “el hombre es la medida de todas las cosas” en frase de Protágoras.

El individuo aparece con las piernas bastante separadas y los brazos extendidos, en acción de lanzar una jabalina o similar; el brazo izquierdo señala con los dedos de la palma, de los que vemos cuatro, la línea a seguir en la concentrada mirada y el equilibrio del cuerpo. El brazo derecho, flexionado, en el momento de proceder al lanzamiento, instantánea fugaz, y por tanto, temporal, que nos asemeja ese “instante” recogido por Mirón en su Discóbolo. Tiempo, movimiento, espacio. La horizontal remarcada por los brazos equilibra el desequilibrio de la vertical con ese talón levemente elevado y nos aleja del espacio cerrado, encorsetado, aunque el autor no se atreva aún a lograr ése espacio abierto, invasor de varios planos hasta llegar al plano del espectador que más tarde Lisipo nos presenta en su “Apoxiomenos”. Aquí el plano de los brazos corresponde al cuerpo.

El rostro sereno y reflexivo acompaña la acción, responsable de su cometido y una gran paz invade su espacio interno (alma) y emerge en esta expresión máxima del ETHOS: autodominio, búsqueda de perfección.

El cuerpo desnudo, en plenitud, continúa el ideal aristocrático griego: fuerza atlética, juventud...; esa moral aristocrática que se plasma en la búsqueda de las formas apolíneas, como aquéllos kurós colocados en las tumbas, con la muerte reservada a los héroes y a los mitos sin llegar ni sentir la vejez y la decrepitud. Es el concepto heroico en su plenitud.

Rostro severo, cuerpo atlético ( “mens sana in corpore sano”), tendente al equilibrio. Desnudo masculino, el desnudo femenino es más tardío. Las korés arcaicas están vestidas y habrá que esperar a la “Venus de Gnido” de Praxíteles (siglo IV a.C.) para contemplar un desnudo femenino.

Sin embargo, la obra analizada se aleja del tipo de kuroi arcaico, hierático, estático y frontal, de evidente influencia egipcia. En este personaje, en su tratamiento artístico y formal observamos rasgos arcaicos: el tratamiento del pelo, con tendencia a lo geométrico y mensurable; ajustado, ojos almendrados, anatomía aún esquemática, marcando solo lo esencial (pliegue inguinal, pectorales, bíceps)....Pero junto a ello encontramos innovaciones que anuncian una nueva época y pensamiento: - la cabeza de perfil, girada, apuntando hacia ése índice que en la mano indica la meta a conseguir, y que rompe el frontalismo anterior;

-las piernas divergentes, no en paralelo, con los pies en distinta posición, con ese talón del pie derecho tan significativo, algo levantado que introduce algo importantísimo: dinamismo y movimiento, tensión controlada, instante fugaz, un desequilibrio que tiende a finalizar la acción y reposar de nuevo; aurora de lo que Polícleto con su contraposto, enjiastok y disimetría marcará como modelos a imitar por las nuevas generaciones (Doríforo, Diadumenos)

-brazos extendidos, atrevidos, lejos ya de los puños cerrados y brazos pegados al cuerpo de los kurós y de la estatuaria egipcia;

-el rostro severo y grave, con expresión interior, paz, equilibrio y armonía: el ethos.

Por todo ello, nos hallamos ante una obra del período protoclásico severo griego (480-450 a.C.) aproximadamente, ese primer clásico, consecuencia de la victoria contra los persas en las guerras médicas. Es el llamado “milagro griego”. La victoria contra la barbarie, la incultura y el despotismo que para los griegos representó el Imperio persa, les llenó de seguridad y autoconfianza: era una señal de los dioses de que se encontraban en la buena dirección. Esto les infunde una fe ciega en sus posibilidades, en su razón, les afirma el humanismo, les acerca a los dioses... Las victorias en Maratón (490 a. C.) y Salamina (480 a. C.) les da el impulso de la autoconfianza y les lleva a evolucionar hacia nuevas formas político-institucionales de las que el arte es un reflejo: es increíble, la rápida evolución que se produce en apenas cincuenta años en las formas artísticas.

La obra que tenemos ante nosotros está en la mitad de ese camino evolutivo: los griegos se presentan moderados y ecuánimes como aparece en esta imagen. La filosofía pre-socrática ya había roto con las explicaciones míticas y buscaba un porqué racional; este dios de la imagen está ya mas cerca de nosotros, es más humano...Una humanidad que para los griegos, en el 460 a .C. es posible afirmarla en el individuo -Sócrates-y en la colectividad -democracia de la Atenas de Pericles.

La sociedad griega deja tras de sí las grandes civilizaciones teocráticas y se configura antropocéntrica, comercial e ilustrada. Se caracteriza por la seguridad, la autoconfianza, el impulso a la iniciativa, como este personaje; Apolo, Poseidón, atleta y griego, de lanzar la jabalina; cierta arrogancia, quizás exceso de autoafirmación, que, en el caso de Atenas desembocó en las Guerras de Peloponeso (431-404 a. C.) entre las distintas polis griegas. Crisis y guerra que llevará al helenismo.

Pero de momento, esta imagen claramente griega, contemporánea del Discóbolo de Mirón, del Auriga de Delfos, nos transmite ese “milagro griego” que fructificó y admiramos, y nos recuerda lo que tanto debe nuestra civilización occidental a ese pequeño grupo de hombres.

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