sábado, 25 de abril de 2009

La Escultura de Miguel Ángel


Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) es el principal escultor del Cinquecento en Italia. Su aparición implicó la transformación más espectacular e importante de la escultura italiana. Su genio es tal, que todo queda oscurecido por él; dando paso a un antes y a un después en el devenir artístico del arte moderno. Se forma en Florencia, trabajando en pintura con Ghirlandaio y en escultura con Bertoldo, teniendo acceso al famoso jardín de los Médici, donde pudo estudiar la estatuaria clásica y adquirir los conocimientos, técnicas y recursos de los escultores de la Antigüedad. Estudioso desde su juventud de Ghiberti y Donatello, cuyo sistema de relieve plano imitará en la Madonna de la Escalera y de los testimonios antiguos, tras una estancia en Bolonia se asentará en Roma donde culminará la forja de su estilo. Él siempre se consideró más escultor que pintor o arquitecto. Aunque empleó otros materiales, sobre todo trabajó el mármol blanco de Carrara, para crear obras caracterizadas por la grandiosidad, el estudio perfecto de la anatomía y la fuerza interior de los personajes que representa.

Desde un principio estima que la escultura debe trascender la espiritualidad que le da vida. Entre sus primeras obras está la “Virgen de la Escalera”, relieve que muestra las formas y la alegoría en la representación.

Es un relieve de fondo dorado que muestra profundidad con figuras de más volumen más cerca y de menor volumen cuanto más lejos. Presenta monunentalidad en las figuras, que son muy corpulentas.

La Piedad del Vaticano, el David, el Sepulcro del papa Julio II, al que concibió como un complejo escultórico de más de cuarenta esculturas y que iba a estar situado Bajo la cúpula de San Pedro del Vaticano; al final quedó reducido a un grupo escultórico de menor tamaño donde destaca el Moisés. La Piedad de Florencia y la Piedad Rondanini son otras dos obras a destacar. A ellas se une otra obra más: la Tumba de los Médici, Lorenzo y Giuliano en San Lorenzo de Florencia.

Tuvo tres intereses y tres períodos:

a) La búsqueda de la belleza en las primeras obras, llenas de quietud, serenidad y tranquilidad (1491-1505), donde impera la noción clásica. Gusto por el intimismo y la exaltación del valor del ser humano. En esta etapa le influye el Apolo de Belvedere y el Laocoonte. Gusto por el desnudo y el contraposto propio de los griegos. De este período son la Piedad del Vaticano y el David de Florencia, siguiendo la Piedad los modelos neoplatónicos en su composición triangular.

b) La expresión de los sentimientos, a través de los gestos , expresiones y la colocación de las figuras, abandonando la proporción clásica en su período de madurez (1505-1534). En el Sepulcro de Julio II, el Moisés muestra el profundo cambio operado en Miguel Ángel, que abandona el equilibrio propio del Renacimiento y muestra la terribilitá miguelangelesca o potencia dramática que transmiten sus esculturas. Se mantiene, sin embargo, el gusto por los grandes volúmenes. La calidad del mármol sigue siendo la misma, aunque empieza a jugar con contrastes en el acabado de la piedra, con lo que consigue aumentar la diferencia entre los distintos aspectos de la barba, la piel o las ropas. De este período son también las tallas de la Capilla funeraria de los Médici. En ella se aprecia la evolución de estos años del autor.

c) La expresión absoluta, que busca en sus últimos años (1534-1564). El cambio fundamental se observa en el alargamiento de los cuerpos, la ruptura de un grupo cerrado e inscrito en una composición triangular y en el acabado de las figuras. La carga expresiva sustituye a la perfección formal. El contraste entre superficies pulidas y sin pulir realzan aún más si cabe, el carácter espiritual de sus últimas obras. La razón se halla en la búsqueda incesante de la belleza interior. A este período pertenecen la Piedad de Florencia y la Piedad Rondanini. Es el período Manierista a finales del siglo XVI, en el que se acerca al Barroco con esculturas de composición abierta y en tensión, esbeltas y refinadas, con elegancia en las líneas que se cruzan y el empleo de ejes helicoidales.

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