domingo, 24 de mayo de 2009

Pintura Gótica 3 : Patinir y El Bosco

Tabla derecha: El Infierno

La expulsión del Paraíso, Tabla izquierda

El Carro de Heno, Tabla central


La mesa de "Los siete pecados capitales"

La extracción de la piedra de la locura

Patinir y EL BOSCO


Patinir y El Bosco son dos pintores en los que el paisaje alcanzó un importante desarrollo y porque representan una clara evolución respecto a los demás pintores primitivos flamencos.

Joachim Patinir (1480-1524): Fue el primer artista que convierte el paisaje en el tema fundamental de su obra. Lo demás es secundario. En sus composiciones el punto de vista está muy alto, de modo que el cielo ocupa un pequeño espacio y los personajes son diminutos elementos que se pierden en la inmensidad. Predominan los azules y los verdes, las montañas acartonadas y las construcciones fantásticas. Todo esto se puede observar en su obra “El paso de la laguna Estigia” donde Caronte transporta en barca un alma, en medio de un verde y húmedo paisaje.

Hieronymus van Aeken Bosch, “El Bosco”(1450-1516): Su nombre deriva de su ciudad natal, Hertogenbosch o Bois-le-Duc en francés, del que tomó la última palabra, bosch. Era una ciudad próspera, cuyos habitantes se dedicaban al comercio, al trabajo del lino y a la fabricación de armas; pero la mayoría de la población era campesina y trabajaba en las labores del campo. El Bosco profesaba un catolicismo ortodoxo y pertenecía a una hermandad religiosa local, aspectos ambos que contrastan con algunas interpretaciones de su obra magna, “El jardín de las delicias”.

El Bosco es uno de los epígonos de la escuela flamenca a la que pertenece, pero se desmarca mediante una concepción pictórica extraordinariamente personal y original. Sus tablas y trípticos se caracterizan por mostrar el ambiguo y contradictorio mundo de las últimas décadas de la Edad Media. En “El otoño de la Edad Media", Johan Huizinga documenta la doble moralidad que manifestaba el individuo de la época. Muestra una sociedad que compaginaba el temor de Dios y de la muerte (no se puede olvidar las epidemias y pestes bajomedievales), al tiempo que disfrutaba plenamente de los placeres de la vida, aunque pudieran suponer una desviación del orden y la mesura que predicaba la Iglesia a la que acudían de forma sincera. Gran parte de su obra se halla en colecciones españolas, dado el interés que despertó en el rey Felipe II. Su formación artística debió realizarse en el pequeño taller familiar. Es posible que viajase por Flandes y que de ese modo llegara a conocer la obra de artistas flamencos anteriores a él. Era un gran admirador de la literatura de su época (Utopía de Tomás Moro; El elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam y El Príncipe de Maquiavelo).

El Bosco es un pintor fantástico, de desbordante imaginación, dotado de una gran capacidad crítica y una fina ironía. Sus cuadros, además, son en muchos casos difíciles de descifrar. Entre sus obras destacan “El jardín de las delicias”, “El carro de heno”, “La extracción de la piedra de la locura”, Los siete pecados capitales”, "La nave de los locos" ; todos ellos universos simbólicos que plantean abundantes dudas para una mentalidad alejada del pensamiento , costumbres y creencias medievales. Del análisis de su obra se deduce su gran capacidad imaginativa y fantasía desbordante. El Bosco supuso la tendencia flamenca a lo fantástico e imaginativo a partir de seres fantásticos y monstruosos. Se considera como fuente de inspiración del movimiento surrealista del siglo XX (Dalí).

Su pintura moralizante, humorista, imaginativa y mordaz, versa sobre las costumbres de la sociedad, a partir de extrañas y complejas composiciones con abundantes figuras y escenas. Numerosas figuras protagonizan sus cuadros, unas extraídas de la realidad cotidiana y otras producto de la fantasía medieval y de la propia creatividad del pintor, que mezcló formas antagónicas y yuxtapuso miembros de seres o criaturas reales e imaginarias. Esta riqueza visual siempre despertó interés y admiración a lo largo de los siglos. De hecho, el surrealismo asume como antecedente la obra y la concepción artística de El Bosco. Buena parte de su obra se inspira en dichos y refranes, en la literatura satírica y cortesana de los siglos XV y XVI, lo que ayuda a interpretarla y a rechazar lecturas rebuscadas. Además, algunas de las imágenes empleadas coinciden formal y semánticamente con las que aparecen en ménsulas, capiteles, misericordias, libros de horas y salterios contemporáneos. Su simbología, pues, era común y comprendida en la época que le tocó vivir. Los que no tenemos el código que puede descifrarla somos nosotros.

Todos los temas que trató interesaban a la sociedad de su época, y él supo hacer accesibles estas preocupaciones sociales y religiosas que parecían privativas de la literatura y de la sociedad culta. Hasta entonces ningún pintor había intentado fusionar lo cristiano con lo pagano.

“EL CARRO DE HENO”

"El carro de heno" fue pintado por El Bosco entre 1485 y 1490. Es un tríptico que se encuentra en el Museo del Prado y a primera vista parece una obra insólita. Está repleta de personajes y objetos que en su mayoría no guardan relación: en el centro, un carro cargado de heno pero sobre la hierba muerta crece un matorral. Tres personajes tocan sus instrumentos delante del matorral, mientras un ángel y un demonio los flanquean, representados con idéntico realismo. Detrás del carro cabalgan el Papa, el Emperador y el rey, como si los grandes señores tuvieran como costumbre acompañar solemnemente a la hierba muerta. Alrededor del carro, aparecen hombres y mujeres que, con la ayuda de escaleras, horcas, ganchos o con las mismas manos, intentan arrancar el heno en lugar de sujetar la difícil carga. Pelean entre sí y caen bajo las ruedas del carro. Éste es tirado por criaturas extrañas, una de ellas es mitad hombre, mitad pez; otras parecen seres demoníacos e infernales. Detrás aparece un grupo de gente que intenta salir de un montículo de tierra con una trampilla de madera. El terreno árido del primer plano se contrapone al opulento paisaje del fondo, en la parte superior del cuadro, tan hermoso y apacible como si quisiera reconciliar al espectador con el desorden caótico de abajo. En el ala izquierda del tríptico se representa el Paraíso y en el ala derecha, el Infierno. Así pues, el carro con todos sus personajes se aleja del reino de la inocencia hacia el lugar de castigo de los pecados. La obra, que asemeja un retablo, en lugar de tener en el centro a Cristo en la cruz, hay un carro de heno de gran tamaño en proporción a la superficie pictórica disponible. Los temas que refleja, pues, son dos: el primero, los graves conflictos sociales provocados por el incipiente desarrollo del capitalismo y la acumulación de riquezas que trajo consigo; el segundo, la decadencia de la Iglesia Católica que Lutero denunciaría a comienzos del siglo XVI.

Los escándalos en los monasterios y conventos provoca una crisis espiritual, que se refleja en la solitaria figura de Cristo relegada en el extremo superior y que muestra sus llagas en actitud de desamparo. La inseguridad social y religiosa queda, pues, reflejada en el carro de heno por El Bosco. El heno simboliza lo efímero de la existencia y la avaricia. Todo en esta obra está lleno de simbolismo: la elección que el hombre debe hacer entre el bien y el mal, el pecado y la virtud, el ángel y el demonio. La castidad se muestra a la luz, delante de todos; la lujuria y el pecado, ocultos tras un matorral. El pecado principal del cuadro es la avaricia, pero la lujuria y la gula también están presentes. "El mundo es un carro de heno del cual cada uno toma lo que puede", es un refrán flamenco que posiblemente guió la mano y el pincel de El Bosco. Es una aplastante sátira del mundo que ha abandonado a Dios. El carro de heno muestra el infierno de los vicios, denuncia el gusto por los placeres terrenales lo que anuncia las vanidades de los siglos próximos.

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